Un ingeniero civil del siglo XXI tiene que entender que la Tierra es un sistema complejo, cerrado, finito y que la actual población mundial es lo suficientemente grande como para influir este sistema. Para este siglo se prevé que la población mundial alcanzará su máximo en un valor de alrededor de los diez billones de habitantes, lo cual hará trabajar a este sistema a su máxima capacidad. Claramente, los humanos se han convertido en una fuerza natural que rivaliza a las fuerzas climáticas y las fuerzas geológicas; todas capaces de moldear los procesos, la biósfera y la hidrósfera del planeta.

El sistema de la Tierra es muy complejo y hasta ahora no es comprendido en su totalidad por la humanidad; sin embargo, la actividad humana cada vez va disminuyendo las piezas del sistema que nos daría la posibilidad de vislumbrar cómo funciona el mismo. El proceso de comprender el sistema Tierra requiere el entendimiento y desarrollo de una serie de disciplinas relacionadas, que hoy en día se agrupa en las Ciencias de la Tierra. La geología es una de esas disciplinas de las Ciencias de la Tierra; y esta disciplina es un punto de partida (no el único) para entender la relación de la actividad humana con la Tierra. De este modo, a partir de este punto de partida se desea que el futuro ingeniero civil pueda proyectar obras civiles más armoniosas con el sistema Tierra.

Desde la Revolución Industrial (mediados del siglo XIX), la mentalidad humana a apuntado como único objetivo hacia la mejora de la economía individualista llegando en la actualidad a un irracional consumismo, que de lejos es innecesario para la subsistencia. Esto hace que en la actualidad la raza humana haya apostado a la adaptación hacia el inminente cambio climático de origen antropogénico en vez de si quiera apostar a la mitigación y mucho menos a la conservación. Esta apuesta, casi a ciegas, hace que el desarrollo de la ingeniería civil tenga que ser distinta a la que se ha practicado en el pasado: ella debería ser más una respuesta de un claro conocimiento de las Ciencias de la Tierra en vez de un simple impulso hacia lo que creemos que es un progreso.